miércoles, 29 de marzo de 2017

OVER THE RAINBOW!

Ha llegado la primavera y no hay mejor manera de festejarla que a través de una explosión de  colores. Es una estación en la que miremos donde miremos el color jamás falta, por lo que le rendimos homenaje este mismo lunes en clase. Cada grupo debía acudir vestido de un color especifico de pies a cabeza y llevar objetos, comidas, bebidas y pinturas de su color correspondiente. En nuestro caso, ¡nos toco ser el color NARANJA!
Personalmente es un color que más bien me desagrada, prácticamente nunca llevo ropa de ese color ni tengo objetos naranjas, por lo que en un primer momento no me gustó la idea de llevarlo. A lo largo de los días me fue dando cuenta de la ventaja que suponía tenerlo sin embargo, ya que hay muchísima comida de ese color: naranjas, mandarinas, zanahorias, papayas, risquetos, doritos, fanta de naranja, zumos, albaricoque, melocotón... y además encontramos bastantes objetos para decorar la que iba a ser nuestra mesa:

Quizás lo más difícil para todos fue encontrar la ropa pero la originalidad y la imaginación estaban de nuestro lado, así que desde tutús, hasta disfraces de gamba, pasando por albornoces y pantalones pareo o medias nos armamos de desvergüenza y nos plantamos en clase para defender nuestro color. 


Tras una buena comilona, hablar de nuestro color, poner la canción que elegimos y despejarnos un poco, pasamos a mi parte favorita: pintar. Sin duda es algo que adoro, aunque hacerlo con un color que no me gustaba demasiado me hacía sentirme un tanto incomoda, pero es cierto, que tras llevar toda la tarde vestida de este color y comiendo comida naranja creo que me invadió un poco el espíritu de éxtasis, explosión y energía que representa, por lo que me dejé llevar, como dice Pilar, dibujé sin pensar y tanto yo como mis compañeros nos fundimos con el color.

Todo empezó con un lienzo en blanco y dos botes de pintura naranja que sin dudarlo echamos por encima creando formas incoherentes. Tras ello, pasamos a usar pinceles y esparcir la pintura por toda la base dejándonos llevar, sin rumbo pero de manera que hasta resultaba relajante. Pero no estábamos satisfechos, nos sobraban los pinceles y sin más nos pusimos manos a la obra, literalmente.

Llenamos todo el papel de color naranja y con nuestros dedos hicimos formas, figuras, lineas distorsionadas y todo lo que se nos vino a la cabeza.

También utilizamos comida, pegatinas y mezclas de rojo y amarillo que dieron a la obra un matiz mas luminoso y no tan neutro. Para mi fue un gusto poder usar otros colores, ya que aunque me había acostumbrado al color ya empezaba a estar cansada de él. De hecho, tengo claro que seguiré sin vestir de este color e intentaré estar alejada de él por un tiempo. Por último incluso expresamos este sentimiento rompiendo partes del dibujo. Y la creación terminó así:



Como buen festival de colores que se precie, hablar de un solo color queda monótono y aburrido, por lo que decidimos que juntarnos con los demás colores era lo más apropiado. No solo comimos comida de otros colores, sino que bailamos juntos y nos hicimos diversas fotos, además de participar en las creaciones de algunas compañeras, para poner nuestra huella o nota de color.




Creo que fue una de las mejores experiencias, ya que no hay nada como la diversidad y creo que tener una gama tan amplia de colores nos da esa facilidad de mimetizarnos con sentimientos, sensaciones, emociones o momentos, ya que existen colores específicos para algunos momentos o que simplemente nos hacen sentirnos más cómodos según el momento. Por tanto, apoyo la diversidad y creo que el arcociris y todas sus tonalidades son grandes herramientas no solo en nuestro día a día sino como instrumento de trabajo para nosotros/as como educadores y maestros.
























ESCRITO POR. ISABEL SÁNCHEZ SOLER

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